Me tocó la china. Sobre controladores aéreos y unas vacaciones arruinadas

Publicado el 5 de diciembre de 2010 a las 19:55


Me tocó la china. Y no la de Pekín precisamente. Soy uno de los cientos de miles de afectados por la huelga de controladores aéreos de estos días pasados. Con suerte conseguiré volar mañana lunes, aunque a estas alturas poco me extrañaría que inesperadamente la mayor nevada de la década obligase a cerrar de nuevo los aeropuertos. O que una sorprendente horda de ratas topo tome al asalto las pistas de Barajas impidiendo el despegue y aterrizaje de aviones. Qué se yo. Después de tres días pendiente de las noticias, de innumerables gestiones buscando medios alternativos de transporte, de decenas de llamadas a los centros de atención de AENA y diferentes compañías aéreas y de la lucha con los hoteles cuando tenía que ir anunciando las sucesivas cancelaciones, me declaro al borde de la rendición. Estoy exhausto. Si no fuera por el coste de las reservas que todavía tengo juro que me metería de buena gana en cama para no salir de ella en varios días. ¿Vacaciones? Estoy deseando volver al trabajo, creedme.

Sé que mi caso no es de los peores; aunque en el debe quedan el estrés sufrido estos días, los amigos a los que no podré ver, una conferencia perdida y unos cuantos (bastantes) euros tirados en forma de reservas de hotel canceladas, no es nada comparado con los cientos de pequeños dramas que se amontonaban en las salas de espera y pasillos de los aeropuertos de nuestro (calamitoso) país. Escuchando los relatos de unos y de otros me sentía afortunado de poder ver transcurrir las horas de espera en la comodidad de mi hogar y no acurrucado en el suelo de la terminal, tratando de mitigar el frío tapándome con algún cartón sustraído de la cafetería de al lado.

No hay derecho. No me importan las exigencias de estos tipos, por justificadas que crean que puedan estar. Si merecen ganar un millón en lugar de 500.000 euros al año. Si deben trabajar doce horas semanales en lugar de dieciséis. Si es lícito que sea su sindicato el que apruebe ó no a los candidatos a ingresar en tan elitista casta. Me da igual. No tienen ningún derecho a causar el daño que han causado a tanta gente. Mi consejo a todo aquel que, como yo, se haya visto atrapado por la insensatez de estos ¿señores?: emprender acciones judiciales de inmediato. Lo sucedido no puede quedar en nada, en un expediente administrativo o una regañina pública por portarse mal en el recreo. La OCU ya se ha movilizado y es fácil sumarse a ellos. Yo ya lo he hecho. Si, como a mí, te ha tocado la china, no te quedes de brazos cruzados.